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Cuídate para cuidar

SIETE CONSEJOS QUE TE AYUDARAN A CONVERTIR LA LABOR DE  CUIDAR DE  OTRA PERSONA  EN UNA GRAN EXPERIENCIA.

Los cuidadores informales representan el principal recurso de atención que reciben las personas dependientes, enfermos crónicos o ancianos. En la actualidad , a pesar de todos los cambios que la estructura familiar ha tenido en nuestra sociedad, la tarea de cuidar sigue recayendo principalmente en las mujeres quienes en muchas ocasiones ven afectados su bien estar psicológico, físico y social.

Reconozcámoslo, cuidar es una tarea que puede volverse dura. Si bien estar a cargo de una persona dependiente tiene consecuencias positivas ya que, en muchas ocasiones, la relación entre ambos se vuelve más profunda y valiosa, es verdad también, que existen consecuencias negativas tanto para el cuidador como para la persona que recibe las atenciones. La situación de cuidados continuos, y las exigencias de los mismos, hace que el cuidador día tras día se vaya agotando física y emocionalmente. Por eso es de vital importancia que aprenda a protegerse y a “cuidarse”.

La tarea del cuidado familiar recae habitualmente sobre personas con un perfil bastante concreto: mujeres, con una media edad próxima a los 50 años. Aunque los cambios en la sociedad y en los estilos familiares están haciendo que cada vez haya más hombres dedicados al cuidado, sigue siendo mucho mayor el número de mujeres que se ven abocadas al papel de cuidadoras informales, es decir, personas que sin una preparación profesional previa dedican una importante actividad diaria al cuidado de personas con dependencias o discapacidades permanentes.

Las tareas y actividades de la personas cuidadoras son múltiples, exigen tiempo y energía, no siempre son cómodas o agradables, son incluso desagradecidas. Y como generalmente no se han previsto, la persona cuidadora no siempre está preparada con antelación para el cuidado ni para afrontar la diversidad de situaciones que los cuidados conllevan y que hace que cada experiencia de cuidado sea única y distinta a las demás por diversas razones: personales, de parentesco, relación anterior de la persona cuidadora con la persona cuidada, tipo y grado de dependencia y hasta por el motivo por el que se cuida (altruismo, reciprocidad, gratitud y estima, sentimientos de culpa, censuras, aprobación social, interés…).

En general, la persona que es cuidadora se convierte en un nexo entre el enfermo y el mundo exterior, comprometiendo su vida sociolaboral para atender a las personas que de ellas dependen.

El desgaste subsecuente suele conllevar consecuencias a niveles físico, psicológico y social, cuyos efectos se manifiestan en el denominado “síndrome del cuidador” o “Burn-out”. Este síndrome se caracteriza por desgaste personal, limitaciones en el desarrollo de la vida familiar, laboral, social, cultural, sentimientos negativos, ansiedad, depresión y en ocasiones como consecuencia de todo ello problemas de autoestima.

– Desgaste personal tanto físico como emocional caracterizado por:

  • Aislamiento
  • Irascibilidad
  • Perdida de energía
  • Dificultad para concentrarse, problemas de memoria

-Desgaste social y laboral: cuando la labor de cuidar ocupa la mayor parte del tiempo, las personas cuidadoras van poca a poco priorizando las atenciones frente a sus propias necesidades de relaciones sociales incluso llegando a dejar el trabajo remunerado por no disponer de los apoyos y el tiempo suficiente para acudir al puesto de trabajo.

-Sentimientos negativos: como culpa, tristeza, abatimiento, frustración, enfado, temor…

-Sentimientos ambivalentes: es decir sentimientos contradictorios que van y vienen hacia la persona a la que se cuida. Esta ambivalencia es experimentada de forma negativa por la persona cuidadora aunque es una reacción lógica y normal ya que se afronta una situación generalmente dura relacionada con una persona con la que suele existir una relación emocional previa.

El cuidado continuado puede llegar a hacer que perdamos de vista nuestra propia persona de manera que poco a poco se va desvaneciendo nuestra idea previa hasta llegar a convertirnos en un “casi desconocido para nosotros mismos” afectándose de esta manera la autoestima.

¿Qué podemos hacer para evitar llegar a sufrir el síndrome del cuidador quemado?

Cuidar al cuidador/a.

  1. Pedir ayuda: El agotamiento afecta a la calidad de los cuidados y por tanto genera situaciones violentas. Por eso es recomendable pedir ayuda (a veces a familiares, amigos, profesionales o grupos de ayuda) antes de llegar al límite de nuestras fuerzas y si esta situación se produce, es positivo asumirlo y reconocerlo sin sentimiento de culpa.
  1. El/la cuidador/a nunca debe olvidarse de sí mismo/a: El sacrificio total no tiene sentido. Tiene que preocuparse por su bienestar físico y psicológico con el fin de ofrecer las mejores atenciones. Cuidar la alimentación, el descanso y procurar realizar ejercicio físico, gracias al cual se eliminan toxinas del cuerpo lo que reduce el estrés y la ansiedad que puede provocar las labores de cuidado.
  1. Tomarse descansos diarios: Por ejemplo, es bueno reservarse una hora diaria para asuntos propios y un descanso semanal fuera del contacto directo con la persona dependiente. Quedar con amigos y familiares para realizar actividades lúdicas debe estar en la agenda de todas las personas cuidadoras.Abuelos mios descansando
  2. Hay que decir no: tratando de cubrir las necesidades de la persona a la que se cuida pero tratando de poner límite a demandas que sean excesivas.
  1. Marcarse objetivos a corto plazo: factibles a la hora de cuidar. Una buena forma de lograrlo es planificar las actividades semanales y diarias, estableciendo prioridades, gestionar mejor nuestro tiempo nos proporcionará mayor sensación de control sobre la situación.
  1. Fomentar la autonomía del dependiente: resultará beneficioso tanto para la persona que cuida como de la cuidada. Fomentar que realice todas aquellas actividades que pueda por sí misma, aunque lo haga lento o mal.
  1. Espacio propio: Buscar un lugar seguro en el que poder manifestar las propias frustraciones, los temores y los resentimientos como vía de escape emocional.

La labor de cuidar a otra persona puede convertirse en una experiencia realmente positiva si no perdemos de vista la labor de cuidar de nosotros mismos. Lo importante para ofrecer buenas atenciones es que la persona encargada de ellos se cuide y mantenga una buena salud emocional y física que le ofrezca las herramientas necesarias para llevarlas acabo lo mejor posible.

A veces, estamos tan centrados en la tarea de cuidar que dejamos de atender a nuestros propios autocuidados. Si necesitas ayuda en este sentido desde Ítaca Psicólogos podemos ayudarte.

Ítaca Psicólogos Coruña

 

 

 

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